Desde los inicios de la humanidad, la rivalidad ha hecho que en cualquier competición deportiva se utilicen todos los medios posibles para obtener una ventaja y así, conseguir el status o dinero asociados a la victoria, recurriendo en muchos casos al dopaje; donde médicos, entrenadores y farmacólogos han trabajado de manera antiética para incrementar el rendimiento de los deportistas. Todo ello sin tener en cuenta los problemas de salud que a largo plazo repercutirán sobre los deportistas.
Por otro lado, con el avance propio del ser humano y del propio deporte de élite, hay quienes defienden su legalización para poder seguir avanzando: nuevos récords, más espectáculo y mayor igualdad, siempre que se legalice dentro de unos límites y de manera supervisada.
En este artículo vamos a ver este enfrentamiento con más detalle.
Índice de Contenidos
Introducción a la lucha contra el dopaje
En las últimas décadas la práctica del dopaje ha venido ensombreciendo la imagen del deporte. Numerosas competiciones deportivas de gran prestigio como el Tour de Francia, los Juegos Olímpicos o Mundiales de Fútbol se han visto afectadas, lo que ha inducido a los poderes públicos y las organizaciones deportivas a aunar esfuerzos para luchar de una manera eficaz contra este fenómeno.
La celebración en Lausana, en 1999, de la Primera Conferencia Mundial sobre el dopaje en el deporte, a propuesta del Comité Olímpico Internacional (COI), tuvo como principal consecuencia la creación de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA).
La AMA, también conocida como WADA por sus siglas en inglés (World Antidoping Agency) es una fundación de derecho privado regida por el ordenamiento jurídico suizo y cuya sede está en Montreal, Canadá.
Se trata de un organismo internacional independiente que establece normas comunes para combatir el dopaje y coordina los esfuerzos de las organizaciones deportivas y de los poderes públicos.
La AMA elaboró el Código Mundial Antidopaje, que garantiza que las reglas y los procedimientos que gobiernan el antidopaje sean los mismas para todos los deportistas, en todos los deportes y en todos los países. Este código entró en vigor el 1 de enero de 2004 y, desde entonces, países, gobiernos, instituciones, federaciones, deportistas, entrenadores, y un largo etcétera de figuras relacionadas con el deporte luchan contra él.
Antes de comenzar la exposición de los pros y contras que pueden relacionarse al dopaje, es interesante que conozcamos un poco más de su historia, que entraña algunas curiosidades.
Curiosidades sobre el dopaje; Historia y evolución
El dopaje no es un fenómeno de reciente aparición, sino que siempre ha ido unido a la práctica del deporte moderno.
Históricamente, el hombre ha intentado mejorar artificialmente su resistencia a la fatiga al participar en la guerra, la caza y el deporte, para lo cual ha utilizado diversos métodos alimenticios y medicamentos que pueden considerarse precursores de lo que hoy día se conoce como dopaje.
- Se sabe que ya en las Olimpíadas de la Antigua Grecia, entre los siglos IV y VIII a. C., los atletas utilizaban dietas especiales y pociones estimulantes para fortificarse, como el vino y la miel.
- En las Olimpíadas que celebraba el Imperio Romano se suministraba hidromiel a los caballos para conseguir una mayor rapidez de las cuadrigas en las carreras por el circo.
- En la América precolombina, los incas masticaban hojas de coca para aumentar su capacidad en sus luchas y ritos.
- En la Edad Media se utilizaban extractos de plantas, semillas y hongos.
- Hacia finales del siglo XIX se sabe que algunos ciclistas utilizaban a menudo estricnina, cafeína, cocaína y alcohol para mejorar sus marcas. Esta época fue el inicio real de la palabra que hoy conocemos como doping.
La palabra dopaje o doping parece que deriva etimológicamente de la palabra holandesa dop, nombre de una bebida alcohólica con propiedades estimulantes hecha con piel de uva y usada por los guerreros de una tribu zulú de la costa este de África del Sur como vigorizante para luchar en las batallas.
Esta palabra fue adoptada por los ingleses precisamente a finales del siglo XIX para referirse originariamente a la administración de drogas a los caballos de carreras.
Posteriormente se trasladó al mundo deportivo y pasó a entenderse como la administración de fármacos o sustancias estimulantes para potenciar artificialmente el rendimiento del organismo con fines competitivos.
A partir de ese momento y durante todo el siglo XX y los comienzos del XXI, la definición de dopaje ha ido cambiando porque ha ido endureciéndose y, actualmente, según el Código Mundial Antidopaje de la AMA, se habla de dopaje cuando se produce una o varias de estas situaciones:
- Cuando se detecta la presencia de una sustancia prohibida o de los metabolitos o de los marcadores de esa sustancia en el cuerpo de un deportista. En algunas sustancias está permitida la presencia de una determinada sustancia en el organismo, pero solamente hasta un límite máximo de concentración en la orina.
- Cuando se usa o se intenta usar una sustancia prohibida o un método prohibido.
- Cuando un deportista se niega a someterse a un control de dopaje o injustificadamente no acude a someterse a un control de dopaje después de habérsele notificado.
- Cuando un deportista no da información o da una información errónea sobre el lugar en el que se encuentra en cada momento.
- Si se hacen trampas, o se intenta hacer trampas, cuando está siendo sometido al control de dopaje.
- Si el deportista o el personal de apoyo al deportista tiene en posesión, o administra, o trafica con cualquier sustancia prohibida o método prohibido, a no ser que el deportista tenga una autorización expresa para utilizarlo por parte de la autoridad de control de dopaje correspondiente.
- Cuando se administra o se intenta administrar una sustancia o un método prohibido a un deportista o cuando se asiste, incita, contribuye, instiga, intenta disimular o se intenta, en definitiva, que el deportista se dope.
Cómo podemos observar, son varias las situaciones que se pueden considerar dopaje, y no solo atañen al deportista, sino también a su entorno.
Y yendo un paso más allá, desde luego que se puede decir que el dopaje se trata de un fenómeno social, ya que afecta no sólo al deporte profesional sino también a personas que practican el deporte como aficionados y a la propia sociedad (Figura 1).

Figura 1. Portada de un periódico británico en la que un doctor asegura haber dopado a 150 deportistas. El impacto que este tipo de publicaciones tiene en la sociedad y en los deportistas aficionados es muy importante, demostrando el fenómeno social que supone el dopaje.
En el caso de los deportistas profesionales, muchas veces se ven sometidos a gran presión por parte de los propios equipos, entrenadores, patrocinadores, movidos por los propios aficionados y su sed de éxito permanente, con el fin de conseguir la victoria y nuevos récords .
Las recompensas económicas también empujan a los atletas a recurrir a prácticas poco éticas para aumentar su rendimiento deportivo, disminuir la sensación de fatiga o recuperarse rápidamente de las lesiones.
Uno de los últimos casos de ansiedad relacionada con el deporte de élite más reconocidos en el todo el mundo es el de la gimnasta Simone Biles, quien en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, celebrados en el año 2021 por la pandemia Covid-19, renunció a algunas finales olímpicas en la modalidad de gimnasia artística por ansiedad.
Por otro lado, en el caso de deportistas aficionados, los motivos a veces son parecidos, si bien, lo normal es que acudir al dopaje sea consecuencia de una obsesión por perder peso, ganar músculo y esculpir el cuerpo en poco tiempo.
Algunas modalidades deportivas se ven frecuentemente relacionadas con el dopaje como son el culturismo, el ciclismo, el atletismo, la natación o la halterofilia, pero ningún deporte parece librarse de esta práctica.
Entre los deportistas no profesionales, esta práctica se da principalmente entre los que realizan su actividad física en los gimnasios, y en muchas ocasiones son los propios preparadores físicos los que les introducen en este ambiente e incluso les proporcionan las sustancias para que se las autoadministren.
Los consumidores pertenecen a todos los estratos sociales y cada vez son más jóvenes. La Comisión Europea estimó en un estudio llevado a cabo en el año 2002 que un 6% de las personas que acuden regularmente a un gimnasio tomaba alguna sustancia para mejorar su rendimiento, porcentaje que se ha ido incrementando hasta el 8-14%, probablemente debido a la facilidad de acceso y a la normalización de cuerpos extraordinariamente estéticos en las redes sociales.
Detectar el dopaje / Dopaje genético
Los deportistas que recurren al dopaje intentan conseguir sus objetivos mediante el consumo de sustancias prohibidas que no sean fácilmente detectables mediante las técnicas de análisis actuales.
La mayoría de estas sustancias son semisintéticas, por lo que la estructura química no es exactamente igual que la natural, por ello, con mayor o menor dificultad, son detectables en los controles antidopaje.
La detección de esteroides se puede llevar a cabo por cromatografía de gases acoplada a espectrometría de masas, las eritropoyetinas sintéticas se diferencian de la endógena en su peso molecular y su carga eléctrica, por lo que pueden ser detectadas mediante técnicas electroforéticas, como el isoelectroenfoque o SDS-Page [1].
Para bien o para mal, la ciencia va un paso por detrás de los que recurren a las trampas y cuando se consigue detectar una nueva sustancia, ya hay otra en el mercado.
En un intento por mejorar los controles antidopaje, la AMA lanzó hace pocos años una nueva estrategia para la detección del consumo de productos que pueden ser de origen natural, el denominado Programa de Pasaporte Biológico.
Este programa consiste en el seguimiento individualizado de una serie de variables biológicas de cada deportista mediante biología molecular. Con estos datos se predetermina el intervalo de normalidad donde deben permanecer los valores estándar de cada parámetro para cada individuo.
Esto permite detectar eventuales cambios bruscos producidos por el consumo de sustancias dopantes, teniendo en cuenta las particularidades fisiológicas de cada individuo.
Actualmente, se trabaja desde una nueva perspectiva: en lugar de rastrear las sustancias como en un examen común, se buscan los cambios en la expresión genética y la producción proteínica (dopaje genético, Figura 2). Existen dos tipos de terapia génica somática que se podrían utilizar en los casos de dopajes:
- In vivo: consiste en la transferencia del gen directamente al paciente mediante algún tipo de fármaco. El gen iría en un vector como un virus o plásmido, que inyectarían el ADN modificado en las células del deportista.
- Ex vivo: en este caso, se extraerían ciertas células del deportista (mediante una biopsia), y externamente se adicionaría el gen a esas células, las cuales se volverían a introducir en el organismo. Mientras que es un método más invasivo para un deportista, tiene la ventaja de poder tratar las células más específicas en cada caso, generalmente las musculares.

Figura 2. Terapias génicas reproducibles en dopaje deportivo. El virus que normalmente se utiliza para tratar enfermedades (señalado en la imagen) es sustituido por modificaciones que permitan mejorar el rendimiento del deportista (EPO, miostatina, hormona del crecimiento, etc.).
Otra idea muy singular que se está analizando es la conformación de imágenes, en la que se utilizaría un proceso similar a la resonancia magnética para explorar el cuerpo en busca de lugares poco comunes de expresiones genéticas.
A tenor de los estudios que se están llevando a cabo, expertos de la AMA consideran que es cuestión de tiempo conseguir un test para su detección. Pero para cuando esto ocurra, probablemente se haya alcanzado otro nivel de dopaje que tardará años en ser detectado.
¿Por qué está prohibido el dopaje? Peligros y puntos en contra
La utilización de las sustancias o métodos prohibidos en el deporte para el incremento del rendimiento deportivo tiene una grave repercusión en la salud de aquellas personas, deportistas o aficionados al deporte, que las consumen, en especial, en el medio y largo plazo (Tabla 1).
Dependiendo de la naturaleza de la sustancia utilizada para el dopaje, el deportista puede ser capaz de competir durante más tiempo, responder más rápido, tolerar mayores cargas de entrenamiento o aguantar mejor el dolor.
Sin embargo, el uso de medicamentos, incluso el de los más comunes, está asociado con riesgos y potenciales efectos secundarios. De hecho, cualquier médico, cuando prescribe un medicamento en el marco de un tratamiento terapéutico, debe comprender la proporción entre riesgo y beneficio antes de expedir cualquier receta.
Por tanto, la utilización de fármacos al margen de un tratamiento terapéutico y, por tanto, fuera de sus indicaciones autorizadas por las autoridades sanitarias competentes, entraña en sí mismo un riesgo para la salud del deportista, y más aún, si se tiene en cuenta que en dopaje se utiliza una combinación de sustancias y métodos en dosis muy distintas de las autorizadas para los tratamientos médicos para los que ha sido autorizadas.


Tabla 1. Posibles efectos adversos de esteroides anabólicos androgénicos en la salud
Es un riesgo para la salud
El riesgo para la salud del deportista o para el aficionado a la actividad deportiva es evidente si además se tienen en consideración los siguientes aspectos:
- Las sustancias o los métodos que utilizan los deportistas que recurren al dopaje generalmente han sido desarrollados para pacientes con una patología bien definida y no están destinados a su uso por parte de personas sanas.
- Los deportistas que consumen sustancias prohibidas a menudo las toman en dosis significativamente mayores y con una frecuencia mayor, que las que se prescriben para fines terapéuticos, y a menudo las usan en combinación con otras sustancias, desconociéndose los efectos y las posibles interacciones a corto, medio y largo plazo, al no existir estudios científicos al respecto.
- Las sustancias que se venden a los deportistas como potenciadores del rendimiento son elaboradas en muchas ocasiones de forma ilegal, y, por lo tanto, posiblemente contengan impurezas o aditivos que pueden causar serios problemas de salud o incluso, la muerte (Tabla 1).
Además, los riesgos para la salud se incrementan cuando el uso de sustancias o métodos implica inyecciones, como los derivados del uso de inyecciones no esterilizadas que aumentan el riesgo de infecciones.
Por último, el uso de cualquier sustancia también puede llevar a una adicción, ya sea psicológica o fisiológica. Por ejemplo, está demostrado, además, que la disminución de la testosterona durante los descansos produce depresión, los resultados en el gimnasio ya no son los mismos, y muchos usuarios se ven abocados a comenzar un nuevo ciclo poco después, especialmente si viven de su físico, como bailarines, porteros de discoteca, influencers, etc.
Aunque no son sustancias adictivas per se, después de disfrutar de sus efectos, vivir sin ellos es mucho peor en comparación. Y para mantener el aspecto que se consiguió previamente hay que tomarlos de por vida, poniendo en riesgo la salud. Es la prisión a la que están entrando por voluntad propia cada vez más jóvenes en todo lo mundo.
Deshumaniza al deportista
En la práctica médica, el uso de fármacos se codifica de forma muy estricta con indicaciones y contraindicaciones y su uso con la finalidad de incrementar el rendimiento deportivo, convierte a los deportistas en sujetos de “investigación” en contra de los principios básicos de la práctica y la deontología médicas.
Además, este uso de las sustancias farmacológicas fuera de los fines para los que fueron concebidas supone aceptar el uso de recursos económicos y conocimientos científicos para decidir la competición a costa de la salud de los deportistas que pasarían a convertirse en meros objetos de un espectáculo, siendo el mérito de los premios y las medallas el de las empresas farmacéuticas y de los equipos de investigación.
Por tanto, si se admite que la utilización de las sustancias y métodos prohibidos en el deporte conlleva serios riesgos de dañar la salud de quienes los utilizan, el dopaje debe estar prohibido para proteger a los propios deportistas que incurren en él.
El deporte no puede y no debe exigir que los deportistas corran este tipo de riesgos convirtiéndose en cuerpos, es decir, convirtiendo a las personas en instrumentos para el deporte. Esto deshumaniza a los deportistas; significa que los cuerpos que se usan en el deporte son menos importantes que el deporte mismo.
Respeto al deportista limpio
El dopaje no sólo perjudica a los propios deportistas que abusan de sustancias ilegales, sino que afecta directamente a aquellos otros deportistas no lo hacen: los deportistas “limpios”.
Si los deportistas que no recurren a este tipo de sustancias y métodos sienten que otros deportistas recurren a sustancias ilegales, posiblemente sientan que deben hacer lo mismo para estar al mismo nivel, lo que provocaría la generalización de este tipo de conductas y se impondría un dopaje coercitivo en el que los deportistas que no lo hacen se ven forzados a hacerlo para estar en igualdad de condiciones.
En este mismo sentido, cabe mencionar que el Estatuto del Comité Olímpico Internacional dice que “el deporte está en todas partes al servicio de la humanidad”, lo que viene a enfatizar el concepto de que el deporte está al servicio de las personas, no las personas al servicio del deporte.
Es decir, sería un error y una contradicción a estos fundamentos y principios permitir una práctica que convirtiera a los deportistas y a sus cuerpos en máquinas al servicio del deporte.
Destruye el concepto de “deporte”
Desde el momento que existen normas que prohíben el dopaje, el recurrir al mismo se convierte en trampa y, por tanto, atenta contra el concepto propio de la competición en igualdad de condiciones como uno de los valores intrínsecos al propio deporte.
Si una persona recurre al dopaje y otra no lo hace, no hay una competencia real y se destruye el concepto de deporte. La igualdad o juego limpio es el valor ético preeminente del deporte competitivo. Dado que los deportes son competitivos, deben ser limpios, de lo contrario ya no son deportes, sino espectáculos u obras de entretenimiento visual.
Envía mensajes negativos a la sociedad
El dopaje afecta gravemente al conjunto de la sociedad. El comportamiento y las acciones de los deportistas de elite tiene sin duda un impacto significativo en los jóvenes ya que admiran y aspiran a emular sus héroes deportivos, especialmente sus acciones y actitudes.
El dopaje envía un conjunto de mensajes negativos: primero, el dopaje envía el mensaje de que es aceptable hacer trampa para lograr una ventaja; segundo, el dopaje dice que las personas pueden recurrir a uno de estos métodos para alcanzar el éxito.
Estos mensajes son inconsistentes con los valores con los que la sociedad está tratando de formas a sus jóvenes: no está bien hacer trampa para conseguir una ventaja; no hay sustituto para el esfuerzo, el compromiso, la dedicación y las habilidades. Esto es cierto, tanto en el deporte como en la vida cotidiana.
¿Podría haber contraargumentos a favor de su uso? Legalización.
Cómo venimos viendo, en general, el dopaje está prohibido, y su uso tiene connotaciones negativas dentro del espectro mediático y social. Hasta aquí, ninguna novedad. Tendemos a considerar que hacer trampas es malo. Sin embargo, podemos preguntarnos…
¿Qué sucede cuando ponemos en cuestión la máxima que nos inclina a juzgar negativamente el uso de sustancias para mejorar el rendimiento deportivo?
¿Qué pasa si decimos que el dopaje, en realidad, no debería ser considerado hacer trampas?
Hay un reducido pero ruidoso grupo de comentaristas y estudiosos que, desde hace unos años, claman contra nuestra idea establecida sobre la maldad intrínseca del dopaje. Luchan por su normalización. Exigen su legalización.
El debate sobre si el dopaje es bueno o malo para los deportistas es muy amplio, y se enmarca no sólo dentro del campo del deporte. Abarca cuestiones jurídicas, éticas, morales y médicas, y ataca de raíz lo que creemos sobre el deporte contemporáneo.
La conversación, por lo general, se reproduce con mayor frecuencia e intensidad en los medios norteamericanos: allí, donde el deporte es puro espectáculo, existe un fértil terreno para la discusión (Figura 3).

Figura 3. De los 5 plusmarquista de 100 metros listos de la historia, sólo Usain Bolt cuenta con el currículum limpio. El resto de ellos han sufrido alguna sanción por dopaje.
Si hay una persona encantada de avivar la llama de esta polémica, esa es Julian Savulescu, bioeticista, filósofo e investigador de la Universidad de Oxford.
Desde hace unos años, Savulescu se ha convertido en el en la figura más representativa a favor de legalizar el dopaje. Allá donde ha tenido la oportunidad, ha pregonado los beneficios intrínsecos de la legalización, atacando de raíz la idea de la efectividad de los controles y culpando a las autoridades por un sistema roto que ya no funciona.
El principal argumento de Savulescu es la ubicuidad del dopaje: la mayor parte de los deportistas profesionales recurren a sustancias dopantes.
Es inevitable y durante años, la lucha contra los teóricos tramposos no ha funcionado. Según él, ha llegado el momento de admitir que jamás se podrá erradicar el dopaje. De modo que, el siguiente paso lógico, es legalizarlo.
No sólo mejoraría el espectáculo, sino que además terminaría con una situación de desigualdad neta donde sólo son perjudicados aquellos que son cazados, aunque todos se dopen.
¿Por qué? Porque sería más beneficioso no sólo para el espectáculo, sino también más justo.
Desde su punto de vista, el sistema actual (que persigue a todos los dopados pero que sólo logra detectar y castigar a unos pocos) tan sólo sirve para que las carreras deportivas de un pequeño puñado de culpables se trunquen para siempre, mientras el resto de sus competidores, previsiblemente también dopados, continúan de forma exitosa y sin vergüenza social o deportiva. Es una situación de desigualdad que no logra erradicar la raíz del problema y permite que otros tramposos triunfen.
Savulescu sustenta su teoría de que todos se dopan y es imposible detectar a todos sobre dos ideas:
- La primera: los controles no son y nunca han sido lo suficientemente buenos. El ejemplo más obvio es el de Lance Armstrong, responsable de la mayor red de dopaje profesional de toda la historia, que dio positivo en pocas ocasiones respecto a la prevalencia de su consumo, pero que fue encubierto. Los organismos internacionales y los laboratorios públicos siempre van por detrás.
- La segunda: los deportistas siempre van a tener la tentación o la necesidad de doparse. En un entorno profesionalizado e hipercompetitivo donde la mínima mejora de rendimiento puede ofrecer superioridad sobre el rival, es lógico que la presión empuje hacia el dopaje. Al contrario de lo que tendemos a pensar, según él no es negativo: sólo pone de manifiesto que el deporte, a nivel histórico, es la lucha constante contra los límites de uno mismo para obtener el mejor rendimiento.

En esencia, Savulescu dice: “no podemos aplicar la ley, acabemos con las leyes”. O construyamos nuevas leyes.
Sobre esta arquitectura argumental edifica la idea del «dopaje seguro«. Las autoridades deberían permitir un mínimo de dopaje: mayores niveles de testosterona, por ejemplo, que los actuales sin superar cierto límite que podría en peligro su salud.
Superado el límite de dopaje permisible, se actuaría contra los deportistas, dado que se les podría detectar con mayor facilidad. Entre tanto, los demás competirían al mismo nivel de igualdad. Lo llama «dopaje psicológico«.
En sus palabras:
“Como digo, no puedes detectar pequeños niveles de EPO, no puedes detectar pequeños niveles de hormona de crecimiento, pero puedes detectar grandes niveles. De modo que, si te movieras a un sistema que dijera, ok, vamos a permitirte utilizar un volumen bajo de estas sustancias, pero si llegas al punto de que tus ratios de testosterona son claramente anormales, entonces te vamos a eliminar. Ese es un régimen de pequeñas dosis de dopaje psicológico, antes que uno de tolerancia cero.
No hay nada inherentemente malo en permitir a la gente aumentar su nivel de células rojas en sangre, del mismo modo que no hay nada malo en permitirles incrementar el nivel de glucosa en sangre o el nivel de hidratación que tienen. Todo esto afecta a tu fisiología natural utilizando el conocimiento de la ciencia.
Lo que trato de explicar es que no hay nada necesariamente malo con el dopaje. Puede estar mal si roba al deporte una contribución humana significativa, puede ser malo si su daño a la salud es muy exagerado, pero Lance Armstrong está muy sano, ¡y tenía cáncer!”.
Hay motivos para ser escéptico respecto a esta teoría. Savulescu no abraza la barra libre, de modo que impone límites al dopaje. Pero eso llevaría a la misma situación que ahora, en la que los deportistas seguirían teniendo incentivos para doparse un poco más que el resto de sus compañeros y así obtener una ventaja comparativa, asumiendo los riesgos de ser cazados.
El nivel base en el que la competición sería igualitaria para todos desaparecería de forma inmediata.
¿Es el dopaje tan perjudicial para la salud del deportista? Transparencia
En cualquier caso, no es sólo Savulescu (aunque sí el más notorio) el único defensor de la legalización del dopaje. Hay quienes defienden que nuestro concepto de trampa, como ya hemos mencionado más arriba, es arbitrario: si utilizar EPO a día de hoy es ilegal o está considerado tramposo, es porque así lo hemos convenido.
Y moralmente no es malo si la ley es injusta o inservible. El problema no es el dopaje en sí, argumentan, sino saltarse las normas. Pero eso tiene una solución muy sencilla: deshacernos de las normas que rigen el deporte a día de hoy.
La cuestión de la legalización va más allá del plano moral. Abarca también al fisiológico. Las transfusiones de sangre se enmarcan dentro del proceso tradicional de mejora del rendimiento deportivo.
Desde la maximización y profesionalización de los entrenamientos hasta las dietas específicas: las transfusiones sólo serían el último paso, según los defensores de legalizar el dopaje. Y, además, añaden, que sería un paso natural, dado que, ¿hay algo más natural que utilizar la sangre de uno mismo? El cuerpo humano se presenta como una máquina a explotar al 100%, utilizando la tecnología (la ciencia) puntera, al igual que la Fórmula 1.
Para otros, el deporte de alto nivel es intrínsecamente negativo para la salud: la recuperación rápida gracias al dopaje permitiría paliar sus efectos nocivos.
Como es lógico y como el propio Savulescu admite, hay niveles de dopaje que son peligrosos para los atletas. Sin embargo, otros defensores de su legalidad opinan que el dopaje conlleva menos riesgos para la salud que las extremas prácticas deportivas de los profesionales al más alto nivel, cuyos modelos de entrenamiento llevan sus cuerpos hasta niveles donde las lesiones son inevitables. El dopaje aceleraría las recuperaciones y podría limitar los efectos de la alta competición.
En una serie de artículos publicados por The New York Times recogiendo el debate, el periodista Michael Tillery proponía regular de forma efectiva la hormona de crecimiento. «Podría permitir a los atletas jugar más tiempo y de forma más intensa, que es lo que los fans esperan a día de hoy«, escribía, sin que eso afectara a su salud (porque estaría regulado).
Además, los motivos que hacen de una sustancia (la cafeína) legal y de otra (la EPO) ilegal puede resultar arbitraria y poco justificable, añadía en la misma serie de artículos Yascha Mounk, investigador de la Universidad de Harvard.
Otras ideas se sustentan sobre la misma base que reclama la legalización de todas las drogas: el mejor modo de conseguir una competición transparente es legalizar el dopaje, publicar quién toma qué y ofrecer un juicio justo y real a todos los aficionados, mejorando el espectáculo en el proceso.
Es la defensa que en su momento hizo de la legalización del dopaje Xavier Sala-i-Martín, economista liberal. Savulescu, del mismo modo, reivindica la legalidad para «monitorizar» mejor las sustancias, de modo que los deportistas las consumieran con seguridad y no en clandestinidad.
En última instancia, todos ganaríamos: las competiciones serían más espectaculares. Es lo que se defiende un reportaje de Wired: dado que llegará un momento en el que las marcas actuales serán insuperables, por las limitaciones naturales del ser humano, sólo el dopaje controlado permitiría que las competiciones se redujeran a velocistas compitiendo por milésimas de segundo apenas perceptibles al ojo humano.
De otro modo, nunca podremos repetir a Usain Bolt pulverizando la marca de los 100 metros y entrando en meta triunfal, sabedor de su logro.
Entonces, ¿pasa el futuro del deporte por el dopaje?
Según lo que argumentan los defensores de la legalización, gracias al dopaje, el deporte profesional podría seguir siendo competitivo y permitiría ofrecer más espectáculo
Entonces, ¿pasa el futuro por el dopaje?
Hay, de nuevo, motivos para ser escépticos ante esta última idea: el récord de salto de longitud permanece inalterado desde principios de los noventa, y el olímpico desde los sesenta. Las competiciones son igualmente emocionantes. Otro ejemplo: durante la primera década de siglo XXI, cuando todas las grandes estrellas del pelotón tomaban EPO, los Tour de Francia fueron objetivamente aburridos. Dopaje no es igual a espectáculo, al margen de la marca.
¿No habrá espectáculo sin dopaje en el futuro? Algunos lo creen, dado que marcas como las de Bolt serán fisiológicamente insuperables.
Por último, otro argumento recurrente a favor de la legalización es que el dopaje no necesariamente hace a las estrellas. O la variante «no se puede convertir a un burro en un caballo de carreras«.
Los grandes mitos del deporte no se forjan por su relación con el dopaje, sino por la mezcla de genes que hacen de ellos auténticos dominadores y deportistas de leyendas. De este modo, la legalización no rompería la mística del deporte: nuestros héroes lo seguirían siendo por méritos propios, no por el dopaje.
Resumen y conclusiones
En las últimas décadas la práctica del dopaje ha venido ensombreciendo la imagen del deporte. Numerosas competiciones deportivas de gran prestigio como el Tour de Francia, los Juegos Olímpicos o Mundiales de Fútbol se han visto afectadas, lo que ha inducido a los poderes públicos y las organizaciones deportivas a aunar esfuerzos para luchar de una manera eficaz contra este fenómeno.
No obstante, se ha generado un debate internacional respecto a la prohibición o legalización del mismo.
Por un lado, los defensores de que sea prohibido aluden a razones de salud, éticas y morales para apoyar su postura. Por otro lado, los que apoyan su legalización sustentan sus razones en ideas como que el deporte competitivo es intrínsecamente negativo para la salud y el dopaje podría ayudar a paliar esos efectos, sobre todo, en cuando a la recuperación.
Además, también exponen que cada vez será más difícil superar los récords mundiales de las modalidades deportivas y que, si los espectadores demandan espectáculo, será necesario que las mayores estrellas del momento se dopen para seguir dándolo.
En general, la mayor parte de la comunidad deportiva se muestra contraria al dopaje, al menos de forma pública, y las federaciones dicen combatirlo. Si aludimos a la esencia más pura del deporte, a sus raíces y a la Carta Olímpica, probablemente el dopaje debería ser prohibido.
Si, por otro lado, entendemos que el dopaje forma parte de la mejora propia que implica el avance del deporte, del ser humano y todo lo que le rodea, entonces puede ser que la legalización tenga alguna posibilidad.
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