El aceite de palma, extraído de la fruta de la palma aceitera, es un componente el cual se encuentra comúnmente en muchos productos alimenticios como confitería, helados, galletas...
La popularidad del mismo se debe a su versatilidad y rentabilidad, pero detrás de su uso tan generalizado a día de hoy, se encuentran una serie de preocupaciones, por parte del consumidor, sobre el posible impacto de su consumo sobre la salud humana.
Por ello, a continuación, en este artículo vamos a analizar toda la evidencia científica disponible hasta el momento, así como las razones por las cuales el aceite de palma se ha convertido en un alimento con tanta mala fama.

Composición del aceite de palma
El aceite de palma destaca por su alto contenido de grasas saturadas, que representan aproximadamente el 50% de su composición.
Este hecho en sí mismo ha llevado a preocupaciones, ya que las dietas ricas en grasas saturadas se han asociado con una mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares por su efecto sobre los niveles de colesterol en sangre.

Imagen 1: Efecto de diferentes ácidos grasos en los lípidos sanguíneos
Es decir, el consumo de grasas saturadas, incluidas aquellas presentes en el aceite de palma, en la cual predomina el ácido palmítico, ha sido vinculado con el aumento del colesterol LDL (lipoproteína de baja densidad) o colesterol "malo" (Imagen 1).
El aumento del colesterol LDL se asocia comúnmente con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Si bien es cierto que cuando se compara con otras fuentes de grasas las cuales también se emplean para la elaboración de “dulces”, el aceite de palma, en comparación con estas otras fuentes (grasas trans), este ha demostrado, en comparación, aumentar el colesterol HDL, considerado como colesterol "bueno".
Sin embargo, la heterogeneidad de los resultados entre estudios sugiere que las características específicas de cada estudio, como la región geográfica y el diseño del estudio, pueden influir en los mismos.
➜ Por ejemplo, en una revisión sistemática realizada por Sun et al. (estudio) se comparó el impacto del consumo de aceite de palma respecto al del consumo de aceites con grasas parcialmente hidrogenadas, los cuales contienen grasas trans.
Lo que se apreció es que el consumo de aceite de palma, en comparación con este tipo de aceites, está relacionado con un aumento del colesterol HDL no con un aumento del colesterol total, el colesterol LDL o los triglicéridos, en comparación con los aceites parcialmente hidrogenados.
Aceite de palma vs otros aceites
Ahora cuando se compara el consumo de aceite de palma con otros aceites vegetales con un bajo contenido de grasas saturadas, la evaluación global de todos los estudios nos muestra que el aceite de palma aumenta el colesterol total, hdl y ldl, pero sin mostrar ningún tipo de efecto diferencial sobre los triglicéridos.
Sin embargo, la mayoría de estos resultados fueron heterogéneos (diferentes) entre los estudios.
Los análisis estratificados mostraron que las diferencias de los resultados entre diferentes estudios podrían verse explicadas por las características de los mismos; como, por ejemplo, el tipo de aceite utilizado en el grupo control y la cantidad administrada.

Imagen 2: Alimentos con aceite de palma.
Y también se observó que los estudios que recibieron financiación gubernamental, los que fueron desarrollados en países occidentales y los de mayor calidad metodológica se relacionaron con un mayor aumento del colesterol tipo LDL.
Debido a la heterogeneidad y la potencial presencia de sesgo de publicación (que únicamente se publican los estudios con hallazgos que queremos que salgan, y no se publican aquellos que dan resultados opuestos a nuestras creencias o hipótesis iniciales), se puede considerar que, a día de hoy, la confianza de estos hallazgos es bastante baja.
Conclusiones
La cuestión de si el aceite de palma es "malo" o no es compleja y multifacética.
Aunque la evidencia científica sugiere que su alto contenido de grasas saturadas podría tener implicaciones negativas de cara a la salud cardiovascular, los resultados de la evidencia científica actualmente disponible son heterogéneos y a menudo dependen de diversos factores.
Por lo que, en conclusión, la ciencia no ofrece respuestas definitivas sobre si el aceite de palma es "malo" o no.
La clave radica en un consumo consciente, la búsqueda de alternativas sostenibles que no afecten a las características organolépticas de los productos y que, además, repercuta lo mínimo posible en el coste, y en la promoción de prácticas responsables en la industria alimentaria para abordar las preocupaciones sobre la salud asociadas con este aceite.